SEGUNDO CAPÍTULO

FRANCO

Si este es una pesadilla, ¡que me despierten!

¿O será una equivocación?

Me negué a creerlo. Nos hemos quedado sin nada. NADA.

Cuando mi padre nos dio esa horrenda noticia, hubo un shock enorme que cayó sobre la sala de la casa del lago. Yo fui el primero en hablar, cuando pude salir de ese 'shock'.

-Nada... o sea, ¿nada?- pregunté, confirmando. -Mejor pregunto, ¿qué es lo que nos queda?

Los observé a todos. Papá, serio y cauteloso en darnos la noticia. Mamá, como si le faltara el aire. Pálida y blanca como una sábana. Mariano, un poco asustado, yo digo. Y Pablo, bastante incrédulo.

-Nos han dado 24 horas para desalojar las dos casas- Papá continuó. -Podemos quedarnos aquí esta noche, pero para mañana, tenemos que buscar otro lugar donde vivir.

-¿Pero cómo pudo haber pasado esto, Papá?- pregunté, enojado. Sí, enojado. Cuando pasó el asombro, un enojo no dirigido a nadie en particular me invadió. -¿CÓMO? ¿Quién es el responsable de esta desgracia?

-Eso también lo quiero saber, Ramiro- dijo Mamá, su voz quebrándose. -Tú nunca nos has hablado de problemas ecónomicos.

-Es un caso demasiado complicado de explicar, y más complicado de entender- fue su respuesta. -Ciertos errores en administración nos ha endeudado hasta el punto de tener que clausurar la agencia. Y para cubrir las deudas, se me ha confiscado los bienes, que incluyen las dos casas. No nos queda de otra, más que empezar desde cero.

Mientras tanto...

ELSA

Se supone que debo de estar muy feliz de que son vacaciones y que no tendré que ir a la escuela por mes y medio, ¿verdad?
Que no tendré que levantarme temprano, ni estudiar, ni hacer tareas... que podré dormir hasta la hora que yo quiera...
Y todo eso está padre, obvio. ¿Quién no estaría feliz de tener unas merecidas vacaciones?
Y no es que estuviera triste ni nada, sin embargo... así como acabo de nombrar muchas de las ventajas de estar de vacaciones, también podré nombrar una desventaja.
Y esa desventaja es que durante todo ese tiempo de vacaciones, no lo veré a él.

No lo sabe, pero lo quiero. No importa lo que digan los demás, que lo critiquen por su forma de ser. ¿Qué importa lo que piensan todos aquellos que no se han tomado el tiempo de conocerlo a fondo, que sólo vean lo que aparenta? Yo sí puedo percibir como es. Caerá mal a medio mundo pero a mí, no. ¿Que si canta muy desafinado? ¡No importa! La intención es la que cuenta. Cómo extrañaré su singular personalidad, su espontaneidad, su bello rostro. Ojos dorados, ojos de miel que llenen cada uno de mis pensamientos.

Casa del lago

CLAUDIA

¿Empezar desde cero? Ni idea tenía de cómo hacer eso.
De aquellos momentos cuando sientes que estás en medio de una pesadilla, eso es lo que sentía cuando mi esposo nos trajo a la casa del lago para darnos esa horrible noticia.
Empezar desde cero. ¿Cómo?

Debo hacer una confesión. Nunca he pasado por una dificultad económica. Mis padres tuvieron dinero, y yo crecí con todas las comodidades, tal y como mis hijos han crecido sin que les falte nada. Nunca ha habido eso de "empezar desde cero". Ayudé a mis padres en el negocio, pero sólo eso, ayudaba. Desde que me casé con Ramiro, soy ama de casa.

Ahora, ¿quién podrá ayudarnos?

-¿No podemos ir a vivir con los abuelos?- preguntó Pablo.

-No, porque se fueron de vacaciones a Suiza- les comuniqué.

-Pues vamos a Suiza, entonces- Pablo nos sugirió.

-No seas tonto- Mariano le dijo, irritado. -¿Tienes idea de lo que cuesta un boleto de avión a Suiza? Si no tenemos dinero, no nos va a alcanzar ni para un boleto, mucho menos para cinco.

-Pero ellos podrán pagarnos los boletos- Pablo le reta.

-Sería un gasto demasiado grande- Ramiro le señaló. -Terminarían endeudados, igual que nosotros. Porque no sólo serían los boletos. Están de vacaciones, y tendrían que mantener a una familia entera. No, definitivamente no.

-Pues con alguno de nuestros tíos, entonces- sugirió Franco.

Eso me pareció de lo más humillante. -No, olvídense de eso. Sería una vergüenza que mis hermanos se enteraran y que tuvieran que aceptarnos por caridad. No. Veré con quien hablo, pero sé que tiene que haber una salida.

Me retiré al cuarto principal, donde mi esposo y yo dormimos cuando nos quedamos en esta casa. ¿Quién estaría dispuesto a brindarnos una ayuda desinteresada?

Pensé en mi prima Adela. Ella está casada con el hermano de mi esposo, por lo que sus hijos y los míos son primos por ambos lados. Sí, claro, ellos sí serían una buena opción.

La marqué, y me contestó su muchacha. Pregunté por Adela, y esto fue lo que me contestó la muchacha:

-No, la señora Adela no se encuentra. Nadie de la familia se encuentra, porque se fueron a un retiro para familias que organizó la iglesia donde asisten.

¿Iglesia? ¿Desde cuando Adela asiste a una iglesia? Digo, siempre hemos sido creyentes pero de eso a participar en las actividades de alguna iglesia, pues eso es algo nuevo. Volteé los ojos hacía el cielo en ese momento. Me sentía desesperada.

-Si me estás escuchando, ilumíname- le dije a Dios.

Y de pronto, me llegó la respuesta. ¿Por qué no llamar a Silvana Villavicencio?